Juan Si González
nació en Santiago de Cuba. Él es un artista interdisciplinario que no se
suscribe a ninguna disciplina en particular; su elección de los medios depende
de la idea. En 1987, fue co-fundador del "Grupo Arte-De" (arte y
derechos), y comenzó a hacer performances interactivos en las calles de La
Habana y videos underground para hablar de temas sociales en Cuba. Cuando
emigró a Miami en 1993, empezó a realizar y a construir instalaciones para
espacios específicos y a trabajar en series fotográficas de gran formato. Ahora
vive en Ohio desde 2003, tiempo durante el cual ha sido galardonado con tres
Becas del Consejo de las Artes en Ohio por la excelencia de su trabajo. (Ohio
Arts Council Individual Excellence Artist Fellowships).
http://www.juansigonzalez.com https://ello.co/transjuansilencio
Juan Si González was
born in Cuba. He is an interdisciplinary artist who doesn’t subscribe to any
one discipline; his choice of media depends on the idea. In 1987, he co-founded
“Group Art-De” (standing for art and rights) and began doing interactive
performances in the streets of Habana and underground videos to talk about
social issues in Cuba. When he immigrated to Miami in 1993, he began building
site-specific mixed media installations and working in large-scale photographic
series. He has lived in Ohio since 2003, during which time he has been awarded
three Ohio Arts Council Individual Excellence Artist Fellowships. http://www.juansigonzalez.com https://ello.co/transjuansilencio
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Ph: © Juan Si González – “Alterations:
Mental Model”
From the Series Advertising Remains, 2009/2015”
Digital Photography Printed on Metallic Paper |
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Deux as machina vs el síndrome del Glitch o de cómo matar a la
Gorgona.
I. Bajo el influjo de la Gorgona
The world thereby momentarily
loses its depth
and threatens to become a glossy
skin,
a stereoscopic illusion,
a rush of filmic images without
density.
But is this now a terrifying or
an exhilarating experience?
(Fredric Jameson. Postmodernism, Or,
The Cultural Logic of Late Capitalism)
El influjo
omnipresente que ejercen los medios de comunicación en nuestra sociedad es
abrumador. La perenne marea comunicativa nos sumerge en un bombardeo incesante
de data que travestida a modo de seductoras imágenes, texto, música, etc, ha
terminado por suplantar nuestra realidad para instalarse, en definitiva, como
la realidad. Este flujo avasallador de capacidad hipnótica, secundado por el
sentido de verosimilitud que nos obnubila, esconde un lado altamente perverso:
el de la manipulación constante, que predetermina nuestras necesidades y deseos
en el plano personal al tiempo que coartan nuestro compromiso moral en tanto
ente sociales.
Podríamos, si es posible,
buscar una existencia paralela que se resista a esta avalancha, pero no dejaría
de ser más que un eco del síndrome del escapismo decimonónico: Gauguin
refugiado en Tahití. Nos queda, sin embargo, otra alternativa no exenta de
riesgos: enfrentar cara a cara a la Gorgona y neutralizarla con su propio
influjo.
II. El síndrome
del glitch.
Neo: Whoa. Déjà vu.
Trinity: What did
you just say?
Neo: Nothing. Just
had a little déjà vu.
Trinity: What did
you see?
Cypher: What
happened?
Neo: A black cat
went past us, and then another that looked just like it.
Trinity: How much
like it? Was it the same cat?
Neo: It might have
been. I'm not sure.
Morpheus: Switch!
Apoc!
Neo: What is it?
Trinity: A déjà vu
is usually a glitch in the Matrix. It happens when they change something.
(The Matrix. 1999)
La sensación de
continuidad y fluidez que se deriva de los medios de comunicación en nuestra
era (realidad mediática y mass medias) es engañosa. Como consenso general,
nuestra era es definida bajo dos apelativos, sociedad de riesgo o sociedad de
las catástrofes. Estos términos apuntan no al pretendido sentido de continuum –inherente
a la naturaleza humana- sino a la preeminencia del caos como signo distintivo de
nuestra época. Así, pues, lo que a modo epitelial asoma como sino de nuestra
era, no es más que expresión de la mis-en-scène a la que
asistimos. Detrás, entre bambalinas, subyace el verdadero sentido de la
existencia contemporánea, ese que podríamos definir como el síndrome del glitch.
Derivado del
término alemán glitschig, que significa resbaladizo, corredizo, el
glitch es definido como un fallo de corta duración en un sistema. En el caso
del broadcast, el glitch es una señal dañada que se manifiesta en forma de
líneas irregulares o efectos de mosaico, con congelación de la imagen y
alteraciones de color.
Estos “gaps” que
como huecos negros penetran la “estereoscópica piel brillante” enunciada por
Jameson, actúan como una interrupción del “time-code” de nuestra existencia. El
glitch es ese ápice de veracidad que nos es conferido: la posibilidad –únicamente
viable a partir de los fallos indeseados del sistema- de acceder a la verdad
oculta tras el aparatus de
simulación. En cierto modo, es como si estos glitches –que podríamos calificar de insignificantes- abrieran la
ventana a glitches mayores, esos
procedentes del mundo real y que, de otro modo, pasarían desapercibidos en
medio del marasmo mediático.
III. Deux
as machina
Alex: It's funny
how the colors of the real world only seem really real when you viddy them on
the screen.
(A Clockwork Orange, 1971)
Cazador nocturno
de glitches, Juan Si González persigue insaciable cada ruptura de ese tráfico
incesante de imágenes que nos llegan a través de la televisión. Armado de un
monitor plano HD y una cámara Canon de alta resolución y provista de un lente
Sigma EX 12-24 mm, acecha agazapado el próximo fallo del sistema. Las imágenes
procedentes de canales religiosos, anuncios comerciales, noticieros, talk shows y reality shows se traducen en un irreconocible desparramo de pixeles
y colores corridos entre los que, de vez en vez, asoma el trazo de la imagen
originaria. La cámara programada en tiro continuado, registra una ráfaga de
imágenes que es más tarde sujeta al minucioso escrutinio. Se sobreviene
entonces el proceso de clasificación y archivo donde el interés central está
guiado por la tensión conceptual subyacente en la distorsión de la imagen más
allá del mero efecto visual. La etapa final, en Photoshop, comprende el
desembarazo de elementos superfluos que podrían disgregar el mensaje que
subyace en el glitch.
El uso del “ruido”
como material de creación puede ser retrasado a través de la obra de pioneros
como Nam Jan Paik, John Cage o Annie Albers. Más tarde, figuras como Hiroshi
Kawano, Max Headroom y los denominados net-artists abordaron la problemática
del fallo como expresión del caos.
La relación de
embriaguez y subyugación que implica nuestra luna de miel con el mass media ha
terminado por suplantar nuestra realidad instaurándose la nueva meta-realidad
como nuestra utopía. Devenida esta utopía a su vez como nuestra realidad, el
eficaz poder hipnótico del medio ha
disipado nuestra capacidad de análisis, acción y decisión. Emplazada justo en
esta disyuntiva crucial, es que aparece la serie Alterations: Mental Model. Las fotografías resultantes, basadas en ese
corrimiento, esa falla que evidencia el descalabro, provocan una
sensación de extrañamiento ante la señal tecnológica a la que estamos
habituados y con la que coexistimos día a día, conllevando consigo a la toma de
consciencia definitiva. La realidad mediática (en este caso la televisión)
emerge finalmente en su naturaleza descarnada: esa ficción de nuestra
existencia al servicio de los mecanismos de poder.
Bajo esta
imperiosa voluntad de desarticulación del aparatus, subyace una polaridad
apremiante: el hecho de que en la medida en que los medios tecnológicos, se
acrecientan, se sofistican y democratizan –entiéndase este último en su sentido
de accesibilidad-, nuestra ignorancia con respecto a ellos crece. Somos
expertos usuarios e inocentes consumidores a un tiempo. La distorsión deviene
entonces la estrategia creativa apropiada que devela la capacidad de simulacro.
Alterations: Mental Model es
una suerte de metástasis de la imagen televisiva que actúa como alegoría social.
Analizada como hecho artístico, la serie obliga a varios puntos de reflexión,
destacando entre ellos, la posición del creador y la noción de belleza. A
diferencia del artista modernista, el creador aquí no está en pleno control del
hecho creativo, sino que es mero instrumento, mediado por el azar. Como
consecuencia la obra resultante, actúa, en cierto sentido, objet-trouvé. Este cambio de paradigma del creador encuentra
paralelo en el cambio de sujeto histórico. El sujeto contemporáneo por
contraposición el sujeto moderno, no es centro del mundo, ni cree en la
posibilidad de la noción de progreso y continuidad histórica. Lo mismo que el
artista, él no es más que instrumento sujeto a juegos de azar. En lo que
respecta a la belleza, la serie implica otra subversión esencial. La perfección
en tanto expresión última de la belleza que guiara la creación artística
durante siglos -y que como remanente persiste aún a través de los mass media, es
desmantelada. Asistimos a su antítesis. El artista persigue el acto
destructivo, la perfección del error. Instaurado en este estado liminal del
glitch que se corresponde con el efímero
fallo del sistema, ahora perpetuado a través del hecho fotográfico, la
naturaleza del aparato tecnológico se hace evidente desarticulándose su
capacidad persuasiva. Su capacidad ilusionista se desmorona.
Desde
la aparición de la fotografía y el cine hasta nuestros días, la tecnología ha
buscado incesantemente la simplificación material del aparato, al punto de
hacerlo pasar desapercibido. Como todo acto ilusionista, la maquinaria detrás
del acto de magia debe pasar desapercibida. Es esta la única garantía de éxito
para el prestidigitador.
Alterations: Mental Model nos
presenta el medio en su descomposición, haciéndonos evidente la falacia tecnológica
a partir de sus fallos. La suspensión del influjo y, por ende, su capacidad de
seducción, revela tras la evidencia de la falacia tecnológica otras falacias
mayores (de orden político, social, mercantil y religioso). Roto el hechizo de
la Gorgona, estamos devueltos a nosotros mismos. Los pixeles desparramados,
metáfora de un caos más allá de los medias, se erigen símil del abrumante rompecabezas
que, es definitivamente, la existencia contemporánea.
Janet
Batet, Miami, Otoño, 2013.